Nuestra forma de percibir el mundo y de relacionarnos con el medio está fuertemente determinada por la capacidad primaria de aprendizaje y de adaptación al grupo, que acontece a través de la imitación. Este mecanismo otorga sentido de pertenencia, identidad y reconocimiento en la manada.
Cuando nos referimos a la biología, sabemos que una mayor tasa de supervivencia está garantizada por una mayor capacidad de adaptación al medio (cambios/flexibilización).
Esta adaptabilidad está condicionada por la imitación, que no es otra cosa que una reproducción mental de comportamientos observados en otros (percibidos de manera real, aunque sean ficticios).
Dado que cada individuo tiene su propia experiencia imitativa en su clan, manada o grupo, refiriéndonos sobre todo a los primeros años de vida, sabemos que la forma de experimentar un shock o una reactivación de los programas biológicos de la naturaleza, descubiertos por el Dr. Hamer, es totalmente subjetiva.
Me parece importante resaltar la relevancia de los términos o puntos de referencia de cada persona a la hora de la terapia. Conocerlos nos da ventajas para una mejor aplicación práctica, e incluso clínica, de las cinco leyes biológicas y nos permite “ponernos en la piel del otro” y vivir inconscientemente sus emociones (reducción del prófugo/sentimiento de abandono).
Esta realidad biológica subjetiva nos ayuda a comprender muchas otras cosas. Por ejemplo, existen quienes son considerados frívolos, “fríos emocionales”, otros desamorados, insensibles, también despreocupados, los hay que son egocéntricos y arrogantes, están los despistados, los bipolares, los agresivos y muchos más.
Qué los impulsa realmente a este tipo de comportamientos? Cómo es posible que alguien pueda tomar ciertas actitudes “a-morales” y egoístas hacia la vida o hacia los demás? Por qué hablamos de trastornos mentales cuando vemos conductas “fuera de la norma”?
Comprendiendo los súper programas de la naturaleza, a los que denominamos constelaciones cerebrales, en el marco de las cinco leyes biológicas descubiertas por el Dr. Hamer, es posible tener una precisión sensata acerca de cada tipo de conducta y comportamiento humano y explicar así, con rigurosidad científica, estas formas de adaptación de los seres humanos, quienes, en sincronía con su naturaleza evolutiva, buscan garantizar su supervivencia en el medio en el que se desarrollan.
Sabemos que los organismos biológicos poseen en su interior una especie de “memoria”. El desarrollo embrionario, que replica el modelo filogenético de la evolución de las especies, respeta determinados “patrones repetitivos” de sus antepasados más remotos.
Así, se ha dicho antes, pues, que la materia que puede recordar es la que está viva y la materia que no puede recordar está muerta (Samuel Butle, Life and Habit). Es decir, que sin la suposición de que todos los átomos o partículas subatómicas (antepasado más arcaico del hombre) tienen memoria, no podríamos hablar de la vida ni de la evolución.
De esta forma se reconoce una síntesis muy abreviada, pero rigurosamente perfeccionada, de un proceso evolutivo de millones de años, de una sintetización emergente como causa de una constante evolución adaptativa.
Lamentablemente, limitados a un pequeño mundo de realidad aparente, nos hemos olvidado de nuestros verdaderos orígenes.
En base a estas consideraciones me pregunto: ¿puede el hombre limitar la comprensión de la salud y la enfermedad a meros procesos casuales y desafortunados, a malos funcionamientos y fallas, a un sistema inmunológico deficiente o incluso a autoinmunidades y autodestrucciones indiscriminadas?
Somos naturaleza
El desafío para la mente humana es comprender que, en realidad, lo que hacemos no es enfermar sino, muy por el contrario, adaptarnos o readaptarnos. Cuando hablo de “adaptación”, sencillamente me estoy refiriendo a encontrar una “solución biológica” ante las amenazas circundantes.
Por qué “biológica”?
Hay que entender primero el concepto de filogénesis. A través de las investigaciones del Dr. Hamer en este campo, se descubre que tenemos grabados en el cerebro programas biológicos cuyo sentido es el de garantizar la supervivencia de la especie.
La palabra “filogénesis” designa la evolución de los seres vivos desde la primitiva forma de vida hasta la especie en cuestión. Por ejemplo, la filogénesis del hombre abarca desde la forma de vida más sencilla hasta la aparición del hombre actual. Considerar al cerebro como un dispositivo biológico, en lugar de cognitivo y psicológico, es una de las principales aportaciones de esta ciencia a la humanidad. Así se entiende que el sistema cognitivo, el cerebro/mente, como producto de la naturaleza, posee ciertos rasgos “universales” que subyacen a los culturales, sociales y educacionales.
Si somos naturaleza, lo somos en todos los aspectos. El cerebro es uno de estos aspectos.
Por qué, entonces, no estaría impregnado de sentido biológico?
De hecho es en él donde se ha “grabado” esta historia de la evolución de la especie. Es en el cerebro donde se halla todo programa adaptativo y de respuesta automática ante “amenazas a la supervivencia”. Estas amenazas son los conflictos que vivimos. Esos conflictos tienen su base en un shock emocional con características específicas, pero el programa adaptativo es meramente biológico. Es decir, existe un anclaje biológico en todos los aspectos del ser humano. Es por esto que el Dr. Hamer ha podido formular las cinco leyes biológicas de la naturaleza. Leyes irrefutables, dado que no hay excepciones en su aplicación, precisamente por nuestra condición de “ser naturaleza”.
Ante este contexto natural y científicamente validado por Hamer en todo su revolucionario descubrimiento, queda muy claro que la medicina convencional y las medicinas alternativas se basan en hipótesis, pues no dan crédito a nuestros orígenes más remotos. Tampoco les interesan las causas, pues todo su trabajo es meramente sintomático. La enfermedad es el enemigo y hay que “atacarlo” con todo el arsenal químico posible y mediante diagnósticos médicos devastadores. Se trata de una guerra química y psicológica, cuando “no hay enemigo”, sino repuesta/solución biológica.
Ninguna medicina trabaja sobre la base causal de las “enfermedades”. Sencillamente se limitan a protocolarizar estándares de patologías en base a la supuesta “malignidad de las enfermedades”. El Dr. Hamer, por su parte, nos explica que las “enfermedades” no son tales.
Que no se manifiestan como amenazas a la supervivencia, sino que, por el contrario, son la respuesta a una amenaza externa. Son la solución que el cerebro encuentra para garantizar la supervivencia. Son programas biológicos naturales cuyo sentido es proveernos asistencia para hacer frente a los conflictos que nos amenazan.
Hay diferencia, verdad?
El desafío de la humanidad en estos tiempos de consciencia es, sin duda, la comprensión y el discernimiento. Te animas?
Lic. Alejandro Gatti
Terapeuta e Investigador en 5 Leyes Biológicas